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viernes, 25 de junio de 2010

UN NUDO EN LA SABANA

UN NUDO EN LA SÁBANA

En la reunión de padres de familia de una escuela, la directora resaltaba el apoyo que los padres deben darle a los hijos.

Ella entendía que aunque la mayoría de los padres de la comunidad eran trabajadores, debían encontrar un poco de tiempo para dedicar y pasar con los niños.

Sin embargo, la directora se sorprendió cuando uno de los padres se levantó y explicó, que él no tenía tiempo de hablar con su hijo durante la semana.

Cuando salía para trabajar era muy temprano y su hijo todavía estaba durmiendo y cuando regresaba del trabajo era muy tarde y el niño ya estaba acostado.

Explicó además, que tenía que trabajar de esa forma para proveer el sustento de la familia.

Dijo también que el no tener tiempo para su hijo lo angustiaba mucho e intentaba reemplazar esa falta dándole un beso todas las noches cuando llegaba a su casa y para que su hijo supiera que él le había ido a ver mientras dormía, hacía un nudo en la punta de la sábana.

Cuando mi hijo despierta y ve el nudo, sabe que su papá ha estado allí y lo ha besado. El nudo es el medio de comunicación entre nosotros.

La directora se emocionó con aquella singular historia y se sorprendió aún más cuando comprobó que el hijo de aquel hombre era uno de los mejores alumnos de la escuela.

Este hecho nos hace reflexionar sobre las muchas formas en que las personas pueden hacerse presentes y comunicarse con otros.

Aquél padre encontró su forma, una forma simple pero eficiente. Y lo más importante es que su hijo percibía a través del nudo, todo el afecto de su papá.

Algunas veces nos preocupamos tanto con la forma de decir las cosas que olvidamos lo principal que es la comunicación a través del sentimiento.

Simples detalles como un beso y un nudo en la punta de una sábana, significaban para aquél hijo, muchísimo más que un montón de regalos o disculpas vacías.

Es válido que nos preocupemos por las personas, pero lo más importante es que ellas sepan y puedan sentir nuestra preocupación y cariño por ellas.

Para que exista la comunicación, es necesario que las personas “escuchen” el lenguaje de nuestro corazón, ya que los sentimientos siempre hablan más alto que las palabras.

Es por ese motivo que un beso, revestido del más puro afecto, cura el dolor de cabeza, el golpe de la rodilla o el miedo a la oscuridad.

Las personas tal vez no entiendan el significado de muchas palabras, pero saben distinguir un gesto de afecto y amor, aunque ese gesto sea solamente un nudo en la sábana. Un nudo cargado de afecto, ternura y amor.

“Vive de tal manera que cuando tus hijos piensen en justicia, cariño, amor e integridad, piensen en ti”



 
 

LA PETICION DE JAIMITO


La Petición de Jaimito


Se acercaba la Navidad y Jaimito escribió como cada año su carta a Jesús, aunque este año tenía una petición muy especial:

Querido niño Jesús:

Este año me he portado muy bien, he sido obediente y he estudiado mucho, por eso quiero pedirte que me traigas una bicicleta nueva.

Atentamente, Jaimito

Pero al colocar la carta junto al pesebre, se dio cuenta de que la figura de la Virgen María lo miraba fijamente. Jaimito se sintió incómodo, rompió la carta y escribió otra nueva.

Querido niño Jesús:

Este año me he portado más o menos bien, a veces he obedecido, aunque no he estudiado demasiado, pero por favor tráeme una bicicleta.

Cordialmente, Jaimito.

Cuando se disponía a colocar la carta junto al pesebre, sintió de nuevo la mirada de la Virgen María que lo observaba fijamente. Nervioso, Jaimito volvió a romper la carta y se dispuso a escribir otra.

Niño Jesús:

No me he portado muy bien este año, no he sido obediente y los estudios me fueron fatal. Pero tú eres bueno y siempre tienes misericordia, además si me traes una bicicleta, prometo que a partir de ahora me portaré bien. Sin más, Jaimito.

Fue de nuevo al pesebre para dejar la carta pensando que esta vez había sido sincero y que por lo tanto no habría problemas, pero se equivocó. La Virgen María seguía mirándole seriamente. Harto ya de esta situación, rompió el sobre y desesperado sacó la imagen de la Virgen María del pesebre y la puso en una bolsa de plástico que luego escondió entre la ropa de su cómoda. A continuación Jaimito con una expresión “extraña” en su rostro escribió una nueva carta.

Jesús: Tengo a tu madre. Si quieres volver a verla, deja una bici al lado del pesebre. Por cierto no lo comentes con nadie, en especial con la policía. Jaimito

Nos reímos porque es un cuento, pero ¿Cuántas veces actuamos así con Dios? Primero le pedimos poniendo como garantía a nuestra petición todos nuestros logros y buenas obras. Si no funciona, apelamos a su amor y misericordia, con el único fin de que el chantaje emocional surja efecto y conseguir así lo que nos interesa.
Cuando comprobamos que Dios no se deja manipular, acabamos confesando nuestra realidad, pero no con arrepentimiento o ganas de cambiar nuestra conducta, sino simplemente como fórmula que creemos puede ablandar Su corazón.
Al final hartos de esperar su respuesta, actuamos a la desesperada y somos capaces de cualquier cosa para presionarlo.

Con nuestros hechos no llegamos tan lejos como Jaimito, pero en nuestro corazón y nuestra mente muchas veces tratamos de darle a Dios un ultimátum.

Así no funciona, ya lo dice la Palabra de Dios,

“Pedís y no recibís, porque pedís mal. . .”



LOS CHARCOS DE LODO

Charcos de Lodo

Cuando veo esas plantas llamadas dientes de león, yo veo hierba dañina invadiendo mi patio. . .

Mis hijos, ven flores para regalarme y soplan la pelusa blanca pensando en un deseo.
Cuando un mendigo me sonríe, veo a una persona sucia que probablemente quiere que le dé algo de
dinero y eso me incomoda. . .

Mis hijos ven a alguien que les sonríe y ellos responden con otra sonrisa.
Cuando oigo música, me siento y escucho porque no sé cantar y no tengo ritmo. . .
Mis hijos cantan, bailan y si no saben la letra, se la inventan.
Cuando siento un fuerte viento en mi rostro despeinándome y empujándome hacia atrás, lo resisto con todas mis fuerzas. . .

Mis hijos cierran sus ojos, abren sus brazos y se dejan arrastrar por él, hasta que caen al suelo vencidos por la risa.
Cuando yo oro, digo tú y nosotros. Concédeme esto y dame aquello. . .

Mis hijos dicen, ¡Hola Dios!, te doy las gracias por mis juguetes y mis amigos. Ayúdame a no tener malos sueños ni pesadillas esta noche y cuídame, todavía no quiero ir al cielo.
Cuando veo un charco de lodo rápidamente me alejo de él, porque ya me imagino zapatos llenos de lodo y alfombras y suelos sucios. . .

Mis hijos se sientan en él. Ven diques para construir, ríos para cruzar y toda clase de animales para jugar.

Yo me pregunto, ¿los hijos nos fueron dados para enseñarles o para aprender de ellos?

“Es necesario que aprendamos a apreciar las pequeñas cosas de la vida. Por eso te deseo que tu vida esté llena de dientes de león, fuertes vientos y. . . grandes charcos de lodo”